miércoles, 7 mayo 2025
Por: Maria Camila Gonzalez Mosquera
Este 7 de mayo, el Vaticano se viste de solemnidad para iniciar el cónclave que decidirá al próximo líder de la Iglesia Católica tras el fallecimiento de Francisco.
El evento tiene lugar en la histórica Capilla Sixtina, donde 89 cardenales de diversas partes del mundo se reúnen en estricto secreto. Este cónclave sigue la tradición centenaria de la Iglesia, marcada por un profundo respeto y una meticulosa ceremonia de votación. La muerte de Francisco el pasado 21 de abril dejó vacante la silla de San Pedro, iniciando así el proceso para encontrar a su sucesor.
Entre los cardenales presentes, destaca la figura de Dominique Mamberti, quien será el encargado de anunciar al nuevo papa. Los participantes del cónclave son figuras clave en la dirección futura de la Iglesia, cada uno portando la responsabilidad de su elección no solo ante sus fieles, sino ante el mundo entero. Las deliberaciones son privadas, y la expectativa global gira en torno al humo blanco que señalará la elección del nuevo pontífice.
El proceso de elección es riguroso y simbólico. Los cardenales votan en silencio, depositando sus papeletas en una urna especial. Para ser elegido, el candidato debe obtener dos tercios de los votos, un sistema diseñado para asegurar un consenso amplio dentro del colegio cardenalicio.
La elección de un nuevo papa siempre trae consigo una reflexión sobre la dirección que tomará la Iglesia bajo su guía. Este cónclave no es solo un proceso electoral; es un momento de introspección y decisión crítica para millones de católicos alrededor del mundo. La figura que emerja como líder no solo definirá la espiritualidad, sino también cómo la Iglesia enfrenta los desafíos contemporáneos globales.
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